domingo, 15 de julio de 2012

lunes, 9 de julio de 2012

Yo mismo y el otro - Mário de Sá-Carneiro

Soy un puñal de oro cuya lámina se ha quedado rota.
Mi alma es aguda —vibra al tomar impulso. 
Sólo mi cuerpo es pesado. 
Tengo mi alma presa en el zaguán.
No soy cobarde frente al miedo. 
Sólo soy cobarde frente a mí mismo. 
¡Ah! Si yo fuese hermoso...
Me avergüenzo de lo grande que me siento.
Soy tan grande que sólo puedo contarme mis miedos a mí mismo.
Nunca tuve miedo. Tuve siempre frío.

Mario Benedetti - La tregua (Domingo 8 de septiembre)

Esta tarde hicimos el amor. Lo hemos hecho tantas veces y sin embargo no lo he registrado. Pero hoy fue algo maravilloso. Nunca en mi vida, ni con Isabel ni con nadie, me sentí tan cerca de la gloria. A veces pienso que Avellaneda es como una horma que se ha instalado en mi pecho y lo está agrandando, lo está poniendo en condiciones adecuadas para sentir cada día más. Lo cierto es que yo ignoraba que tenía en mí esas reservas de ternura. Y no me importa que ésta sea una palabra sin prestigio. Tengo ternura y me siento orgulloso de tenerla. Hasta el deseo se vuelve puro, hasta el acto más definitivamente consagrado al sexo se vuelve casi inmaculado. Pero esa pureza no es mojigatería, no es afectación, no es pretender que sólo apunto al alma. Esa pureza es querer cada centímetro de su piel, es aspirar su olor, es recorrer su vientre, poro a poro. Es llevar el deseo hasta la cumbre.

miércoles, 4 de julio de 2012

Georges Boulanger - Carta suicida

Me mataré mañana, incapaz de soportar la existencia sin la mujer que ha sido la única alegría, la única felicidad de mi vida. En los últimos dos meses y medio he luchado por vivir; hoy estoy al límite. No tengo demasiada esperanza de verla otra vez, pero, ¿quién sabe?, al menos me aventuro en un vacío donde no hay más sufrimientos. 

Deseo que me entierren (este es mi deseo formal) en la tumba que he hecho construir en el cementerio de Ixelles para mi malograda Marguerite, la cripta que poseo. Mi cuerpo debe ser depositado en el lugar central, justo encima de ella. Y nunca, por ninguna razón, deben ponerme en la cámara más alta. Quiero que su retrato y un mechón de su pelo, que estarán conmigo cuando muera, sean dispuestos en mi ataúd, que será tan similar como sea posible al de mi querida Marguerite, con los mismos caracteres y el mismo estilo, escribid estas palabras: 

"Georges, 29 de abril, 1837 – 30 de septiembre, 1891. ¿Cómo he podido vivir dos meses y medio sin ti?"